
Recuerdo que justo un domingo antes de que iniciara la cuarentena en el 2020, en la iglesia donde me congregaba compartieron una predica que me marcó profundamente. Se trató sobre el temor que se estaba extendiendo por el mundo a causa del COVID-19, y cómo muchos estaban reaccionando con angustia y desesperación.
Hubo algo que se me quedó grabado: "Este no es momento para dejarnos llevar por el pánico, sino para afirmar nuestra fe y recordar quiénes somos en Cristo."
Y es verdad. Este tiempo no es para vivir como los que no tienen esperanza, sino para volver a la Palabra, fortalecer nuestra relación con Dios y abrazar lo que Él ya nos ha dado.
Porque así como hay promesas para nosotros en la Biblia, también hay cosas que claramente no son para los hijos de Dios. Y eso es lo que quiero compartirte hoy.
Antes de todo, debemos recordar que vamos a pasar por muchas situaciones difíciles y de todas ellas vamos a llevarnos una gran enseñanza, tal como lo dice Romanos 8:28:
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."
1. La enfermedad
Cuando Cristo vino al mundo y recibió el castigo que nosotros nos merecíamos, además de llevar nuestra culpa y pecados, también llevó nuestras enfermedades. Tal como lo dijo el profeta:
"Ciertamente llevó él [Jesús] nuestras enfermedades" (Isaías 53:4).
Aunque muchos creen que Dios dejó de hacer milagros cuando el último apóstol murió, Su Palabra declara:
"Por sus llagas fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5).
Cuando mi madre pasó por un momento tan difícil en su salud, los doctores le dijeron que tenía cáncer. Ella es una mujer llena de fe, intercesora, que siempre está orando a Dios. Cuando le dieron esta noticia, se lo guardó por un tiempo, preguntándole a Dios cuál era su propósito.
En un encuentro, Dios hizo la obra en ella, y a través de este testimonio hemos podido ver que este proceso lo permitió Dios para que pudiera llevar testimonio de Su poder y gran gloria. Muchas mujeres han sido ministradas y han podido creer que Dios también puede hacer la obra en cada una de ellas.
2. El sufrimiento
Dios no nos creó para vivir en sufrimiento constante. Aunque Él mismo nos dice que pasaremos por aflicciones, también promete que Él estará con nosotros y traerá propósito y consuelo.
"Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría" (Salmo 30:11).
Jesús mismo dijo:
"En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33).
El sufrimiento no es el destino final para el hijo de Dios, sino un proceso donde Él nos moldea, nos fortalece y nos lleva a nuevas alturas.
3. La condenación
Una de las herramientas más comunes del enemigo es la acusación constante, pero para los que están en Cristo Jesús, no hay condenación.
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1).
El enemigo quiere hacernos creer que somos indignos, que no podemos acercarnos a Dios, pero la sangre de Cristo nos ha hecho justos delante del Padre.
4. La culpa
La culpa paraliza, pero la convicción del Espíritu guía al arrepentimiento y a la libertad. No fuiste creado para vivir con una carga que ya fue llevada por Jesús.
"Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos" (Hebreos 9:28).
Si ya fuiste perdonado, no tienes por qué seguir cargando con aquello que Dios ya lanzó al fondo del mar.
"Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Miqueas 7:19).
5. La vergüenza
Cristo cargó nuestra vergüenza en la cruz. No importa tu pasado, Dios no te llama por tus errores, te llama por tu nombre.
"En vez de vuestra vergüenza, tendréis doble honra" (Isaías 61:7).
La vergüenza no tiene lugar en la vida de alguien que ha sido redimido. Eres amado, escogido, y Dios se complace en ti.
6. La derrota
¡La derrota no es tu herencia! Aun cuando el enemigo parezca ganar una batalla, la victoria final es tuya en Cristo.
"Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 15:57).
Somos más que vencedores. No por nuestras fuerzas, sino por Aquel que venció al pecado y a la muerte.
"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:37).
7. El temor
El temor no viene de Dios. Es un espíritu que paraliza, que te aleja del propósito. Pero Dios nos dio un espíritu de poder, de amor y de dominio propio.
"Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7).
Cada vez que el temor quiera apoderarse de tu mente, recuerda esta promesa:
"En el día que temo, yo en ti confío" (Salmo 56:3).
8. La pobreza
La escasez no define tu identidad. No fuiste creado para vivir con mentalidad de escasez, sino con la certeza de que tu Padre celestial suplirá todo lo que te falte.
"Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19).
El deseo de Dios no es solo suplir lo básico, sino bendecirte para que seas de bendición a otros.
"El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado" (Proverbios 11:25).
Conclusión
Estas ocho cosas no son para los hijos de Dios. No porque no pasemos por ellas, sino porque no son nuestro destino. Podemos enfrentarlas, pero no quedarnos en ellas. Cristo ya venció por nosotros.
Levántate en fe, toma las promesas de Dios como tuyas, y camina con la seguridad de que Él está contigo. No fuiste creado para vivir en derrota, culpa o temor. Fuiste creado para caminar como hijo, con autoridad, gozo y paz.
0 comentarios
No te vayas sin dejarme tus comentarios. Quiero saber más de ti.