El día de hoy quiero compartirles un estudio acerca de lo que Cristo nos ha dado a través de Su Sangre. El autor de este estudio es el Pastor César Castellanos el cuál lo podrán encontrar en el libro "Pastoreados en su amor" que forma parte de su nuevo curso para líderes "Capacitación Destino".
¿Qué vamos a aprender?
1. Entender el poder que la Sangre de Jesús tiene sobre nuestras vida.
2. Comprender los beneficios de la Sangre a partir del entendimiento de la Pascua.
3. Conocer las cinco confesiones de lo que la Sangre de Cristo hizo por nosotros.
4. Entender que la Sangre de Jesús nos hace aceptos, limpios y aptos para ser la morada del Espíritu Santo.
Empecemos entonces...
1.- En quien tengo redención por Su Sangre.
En su carta a los Efesios, Pablo dice: “En quien tenemos redención por su sangre” (Efesios 1:7a). Al morir en la Cruz del Calvario, Jesús nos libró del dominio de Satanás. En la visión que plasmó en el libro de Apocalipsis, Juan dijo: “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas” (Apocalipsis 12:3). Una pregunta que siempre mantuve en mi corazón fue: ¿Qué significa el dragón escarlata? Un día recibí la respuesta que vino como un susurro a mi corazón: “Significa sangre”. Entendí que ese dragón se siente el dueño del universo y que el precio de sangre es la cuota que exige en cualquier conquista. El dragón es rojo porque solo se alimenta de sangre. Lo único que puede vencerlo es la sangre correcta, la Sangre de Jesús. “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11). En este verso encontramos los mismo elementos de la Pascua que nos dan la victoria al usarlo de la forma correcta: aplicar la sangre de Jesús sobre cada situación, declarar lo que Su Sangre hizo por nosotros y mantener nuestra vida rendida ante Dios y dispuesta a Su servicio.
Declaremos la primera confesión:
«Por la sangre de Jesús he sido redimido del poder del enemigo»
2.- Por la Sangre de Jesús todos mis pecados son perdonados
“… mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia” (Efesios 1:7b NVI). Una estrategia del adversario es hacernos creer que algunos pecados aún no han sido perdonados; lo hace para mantener el control de nuestra vida. Al hacer esta confesión con plena certeza de que todos nuestros pecados ya fueron perdonados por la sangre de Jesús, experimentamos total victoria. David dijo: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él” (Salmos 32:5-6). “Purifícame como hisopo y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve” (Salmos 51:7). El Apóstol Juan dijo: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). San Pablo batalló por algún tiempo con sus propios conflictos internos, lo dijo así: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15). Y luego expresó: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7:24-25). Y con un nuevo ánimo declaraba: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).
Declaramos con fe:
«Por la Sangre de Jesús todos mis pecados han sido perdonados.»
3.- La Sangre de Jesús me limpia permanentemente del pecado
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión uno con otros, y la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Dos aspectos son fundamentales para que la Sangre de Jesús pueda otorgarnos una limpieza permanente; andar en luz y vivir en comunión con los creyentes. Tendremos la certeza de que andamos en luz cuando vivamos en obediencia a lo que Dios revela a través de Su Palabra. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105). “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:16-17).
La comunión con otros creyentes no se impone, pues debe resultar de la gracia de Dios sobre nosotros. Sería extraño que el brazo dijera a la mano “por el bien de la unidad del cuerpo debes someterte a mí”. La unidad de los miembros del cuerpo resulta de la gracia de Dios sobre cada vida, a tal punto que cuando duele un miembro, todos los demás lo sostienen; en el cuerpo de Cristo debe suceder lo mismo. Jamás la unidad debe ser el resultado de doblegar la voluntad de alguien, pues ni el mismo Jesús jamás lo hizo. El himno de la unidad expresa: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Salmos 133:1-3).
Estamos en un mundo donde la inmundicia del infierno quiere salpicar nuestra vida. Al andar en luz y tener comunión con otros cristianos, la Sangre de Jesús mantiene un proceso de purificación y santificación que impide que la mancha del pecado toque nuestro corazón. Él guardará nuestras vestiduras limpias, conforme lo dice en Eclesiastés 9:8, “En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza”.
Que su tercera confesión sea:
«Por cuanto ando en la luz, y tengo comunión con mis hermanos, la Sangre de Jesús me limpia ahora y continuamente de todo pecado.»
4.- Por la Sangre de Cristo soy justificado
“Pues mucho más, estando ya justificado en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:9-10). La siguiente aplicación del hisopo tiene que ver con la confesión de que la Sangre de Jesús ha traído justificación a nuestra vida. Pablo nos lleva a confesar que Dios nos ve tan justos como si nunca hubiésemos pecado. El concepto se amplía al escribir a los Corintios, diciendo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Hubo un intercambio. Dios tomó a Su Hijo Jesús, que no conoció pecado, y lo entrego para recibir el castigo que nos merecíamos.
Él no tenía ninguna culpa, pero cargó con la nuestra para que fuésemos hechos justicia de Dios en Él. Jesús tomó todo lo malo que éramos nosotros y, a cambio, nos dio todo lo bueno que es Él. Al darnos Jesús todo lo bueno, Dios ya no nos ve como lo que éramos en nuestra condición pecaminosa, sino tal como ve a Su Hijo, sin mancha y sin pecado. Al confesar lo que su Sangre hizo por nosotros, reprendemos el espíritu acusador, de culpabilidad y condenación.
El diablo siempre quiere culparnos acusándonos con las cosas que hicimos en el pasado, pero podemos levantarnos contra él y decirle:
«Por la Sangre de Jesús he sido justificado y Dios me ve como si jamás hubiese pecado.»
5.- Por la Sangre de Cristo soy santificado
“Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta” (Hebreos 13:12). La naturaleza de Dios es santa, por lo tanto, en Él hay ausencia de maldad; pero por otro lado, está el poder del enemigo quien, después de engañar a la primera pareja, se posicionó como el señor de la tierra o el dios de este siglo. Su obsesión es la destrucción de la raza humana. Uno de los tributos que el adversario fijó para otorgar beneficios a quienes anhelan prosperar y expandir sus áreas de conquista es el precio de sangre. Cuando los juicios de Dios cayeron sobre Egipto, el precio era la sangre de los primogénitos de cada familia de esta nación. Por morar en Egipto, Israel estaba bajo el mismo juicio que todos los egipcios, mas Dios usó la sangre de corderos inocentes como sustituto, la cual los preservo al ser aplicada en los postes y dinteles de cada casa. Esto se convirtió en el pago sustitutivo, pues se pagó una sangre por otra sangre. Los hijos de los israelitas fueron así protegidos. Era un prototipo de lo que sucedería siglos después con Jesús de Nazaret, quien, como el cordero de Dios, ofrendó Su vida por nuestro rescate. La Sangre que Él derramo se convirtió en el precio pagado por nuestra redención. San Pablo dijo: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20). Ser comprado quiere decir que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que somos de Aquel que nos compró con su Sangre para separarnos para Él. Es lo que significa la palabra “santo”, somos separados o apartados para Dios.
La quinta confesión es:
«Por la Sangre de Jesús soy santificado, separado para Dios.»
CONCLUSIÓN
El Apóstol Pablo dijo que nuestro cuerpo es templo del Espíritu de Dios y que el Espíritu Santo mora dentro de nosotros. Dios nos escogió para que seamos Su santa morada y quiere estar en nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestros deseos, nuestras decisiones, nuestras palabras y en todo lo que somos.
Usted es el templo del Espíritu y Dios es el Señor de su vida, quien además vive en santidad a través suyo.
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Nos leemos en el próximo artículo, para aprender más de la Palabra de Dios.
MIL BENDICIONES A TODOS.
2 comentarios
Gracias por enseñar la palabra de Dios bendiciones ♥️
ResponderBorrarGracias a ti por dejar tu comentario, me alienta a seguir con el proyecto. Ayúdame a llegar a más personas compartiendo la página.
BorrarNo te vayas sin dejarme tus comentarios. Quiero saber más de ti.